Buen día, buenas tardes, buenas noches, buena vida hermosos lectores. Estoy feliz de que nos encontremos de vuelta. Los extrañe, me gusta pensar que ustedes también. ¿Les genera un poco más de emoción, o no? Yo necesitaba un lugar donde escribir y ustedes estaban del otro lado expectante de que en algún momento reaparezca. Gracias por siempre alentarme, me da gusto saber que tengo tan buenos lectores. ¿Qué loco que estuvo el tiempo, ¿no? Cómo que se abrió una nueva dimensión del tiempo, ¡y es única! ¡Estamos en un bucle! Jajajaj... no, igual por suerte las cosas, hace semanas que ya se distendieron, no es como el principio que fue una locura. ¿Se acuerdan los primeros meses? Todo varado, nada abría, policía en la calle, no había colectivos, estaba ocurriendo en todos los países. ¡Era como un apocalipsis silencioso con mucho moco! Jajaja... No, igual es terrible lo que está pasando... yo la verdad no tengo mucha opinión al respecto de cuáles son las medidas que hay que tomar, cuáles no y en qué momento. Y todas las demás preguntas que hay que hacerse frente a una situación así, con qué grado de gravedad hay que actuar, qué otras consecuencias trae la cuarentena: femicidios, pobreza, violencia intrafamiliar, etc. Pero bueno, como decía buscamos la felicidad privada y la felicidad pública es una utopía.
Retomando lo nuestro... siempre me voy por las ramas. Discúlpenme, es que me encanta hablar con ustedes... ¡Hace cuatro meses ya, que me habían dado la confirmación para que subiera algo a la página! Bueno… eso supongo que les dará una pista de cómo viene la mano… ¿Qué me estará pasando que no subo nada? ¿Qué les pasa a ustedes cuando se desentienden de las cosas que les gusta? Esta vez, todo va a ser muy especial. No voy a traer un tema para informar, ni hacer visible, o debatir. Voy a contarles como fue la cuarentena para mí. Si, ya sé, siento sus ojitos brillosos por la curiosidad. ¿Por qué todo nos genera más curiosidad cuando se trata de temas personales? ¿Cuántas personas ven el programa de farándula y cuantos el canal de Discovery Channel? En fin, en las páginas a continuación quiero contarles mi experiencia en estos meses de aislamiento tan... tan... no se como describirlos ¿locos? ¿extraños? ¿tristes? ¿Introspectivos? ¿geniales? ¿positivos? ¿negativos?
La cuarentena ya estaba comenzando, las noticias sobre un nuevo virus ya eran concretas, todo rondaba alrededor de estas frases: “Quédese en su casa, cuidémonos
entre todos”, “El uso de barbijo o cubrebocas es obligatorio”, “Aislamiento social obligatorio se extiende por otros 15 días”. ¿Qué pedazo de molesto es este virus o no? Proveniente de una amplia familia de virus que pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, como ocurre con el coronavirus causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el que ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV). Un nuevo coronavirus es una nueva cepa de coronavirus que no se había encontrado antes en el ser humano. Se pueden contagiar de los animales a las personas (transmisión zoonótica). Esas infecciones suelen cursar con fiebre y síntomas respiratorios (tos y disnea o dificultad para respirar). En los casos más graves, pueden causar neumonía, síndrome respiratorio agudo severo, insuficiencia renal e, incluso, la muerte. Okey esto sí, todos lo tenemos en claro. ¿Pero dónde se originó? ¿En china no era? Pero... ¿Cómo llegó tan rápido a nosotros? ¡Encima, estamos literalmente del otro lado del mundo! La primera alerta fue recibida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 31 de diciembre de 2019. El virus fue detectado en diciembre en Wuhan, donde viven 11 millones de personas, en un mercado de alimentos. En este mercado se vendían animales salvajes de forma ilegal. Funcionarios chinos de salud anuncian la primera muerte el 11 de enero entre pacientes con el nuevo virus. Consecutivo a eso los aeropuertos fueron cerrando la entrada y salida. Las cosas se empezaron a poner tensas, se reportaban 2 o 3 muertes de distintos países vecinos a China y no tan vecinos. Paulatinamente estaba siendo mundial, hasta que el 7 de marzo de 2020 se reporta la primera muerte por COVID-19 en Argentina y Latinoamérica.
Todo era una incertidumbre, y dentro de este contexto, mi papá debía regresar con urgencia a la ciudad donde trabaja. Y me ofrece acompañarlo. Me estaba proporcionando un pasaje de oro, lo tome sin dudar. Además, me sentía muy, para no decir demasiado, perdida en Capital en ese entonces.
Mi vida era un caos, yo era un zombi viviente. Había terminado por “completo” mi primera relación monogámica con un hombre, la cual había sido atroz. Llena de violencia tanto física como verbal entrelazada a una obsesión por parte de los dos. Mis días, noches, semanas, meses se regían por una sola cosa: “Me tiene que amar, y si no me ama yo me voy a morir”. Dentro de esta relación de violencia había tres fases que
se repetían constantemente, jajaja como las que parece que repitieron todo este tiempo con el aislamiento. Que abren las cosas, que después cierran las cosas, que volvemos a la cuarentena total, que se abren los comercios, ¡un quilombo! ¡y encima no hay forma de salir! Dios.. que pésima que soy para los chistes...
Les voy a mostrar las de la relación tóxicas más común y las de la cuarentena en nuestro país. Nose quizás ustedes, ven alguna semejanza como yo. Quizás... que no se puede salir sin una decisión en conjunta o personal.
Fase de acumulación de tensión: Se caracteriza por la aparición de agresiones de carácter psicológico, cambios de humor, gritos, exigencias, rotura de objetos, empujones, ignorar a la otra persona. La mujer minimiza, niega, ignora estos actos atribuyéndolos a factores externos. El hombre vuelca la culpabilidad en ella y la intenta convencer de que él tiene la razón. En esta fase la mujer tiene un poco de control o cree tenerlo. Pero lo va perdiendo al aumentar la tensión. Ella acaba dudando de su propia experiencia y se considera culpable de lo que pasa. Comienza a “no hacer nada”, salvo a comportarse de forma pasiva y sumisa.
Fase de explosión o agresión: Se produce un aumento de la tensión, descarga a través del maltrato físico, psicológico, o sexual. De carácter intenso, que genera fuertes secuelas físicas y psicológicas en la mujer. Ella ya no tiene control, ni expresa disconformidad, opinión ya que procura cuidar su integridad física. Fase de luna miel: el agresor tiende a arrepentirse y a pedir perdón a la víctima. Promete que va a cambiar. La mujer desea y decide creerle cuando promete que no volverá a ocurrir. Lo que ocurre realmente es que se produce una minimización y justificación por parte de él. No una empatía real con ella, de forma que, pasado un tiempo, vuelven a ocurrir situaciones que provocan otra vez tensión y por tanto una nueva agresión.
A nadie le hacía caso, consejos, advertencias, súplicas por parte de mis amigas. Nada me importaba, solo eso. Hasta que estas chicas que les mencioné toman cartas en el asunto, y hablan con mi mamá sobre la situación en la que me encontraba. Esta, decide ir a la policía y realizar una denuncia que un juez sentenció una perimetral que no le permita acercarse a mí y un botón antipánico.
Así que con todo esto que les conté, supongo que se pueden imaginar lo descarrilada y perdida que estaba mi cabeza. Irme de la ciudad, era sin dudas la mejor opción. ¿Pero esa ciudad desconocida para mí y en cuarentena, lo era?
Llegamos a Miramar a principios de abril. Los diarios, noticias, televisión ya solo hablaban exclusivamente de la ya llamada pandemia que estaba atravesando el mundo. Las cifras oficiales ya llegaban a 2443 personas contagiadas y 105 muertos, en Argentina. Pero de igual manera yo me encontraba emocionada, nueva ciudad, nueva casa, nueva habitación, tiempo para pensar, para hacer cosas que quería, para alejarme del tormento que viví, presa de la constante violencia.
Pero el entusiasmo sólo duró los primeros días. Las siguientes semanas fueron tristisimas, deprimentes, nulas, los días corrían y yo no me daba cuenta del paso del tiempo. Me había comenzado a hablar por Instagram con él nuevamente; mis amigas estaban alejadas de mí, creían que lo mejor era dejarme sola para que recapacite y deje de apoyarme en ellas luego de pelearme con él; me encontraba encerrada llorando todos los días porque él tenía una perimetral y no nos íbamos a poder ver más. ¡Ni siquiera me interesaba que a mis amigas les había dolido tanto tantas situaciones que necesitaban alejarse de mí! Todo era gris, oscuro, lluvioso. Si mirabas mis ojos con detenimiento, lograbas ver la tormenta que era mi cabeza. Ya ni tenía fuerzas de disimularlo. Mi papá trabajaba todo el día, estaba sola conmigo misma que no quería aceptar nada de lo que había pasado. No tenía marihuana, ni forma de conseguirla. Nada estaba bien.
Luego de dos meses, las cosas empezaron a mejorar un poco. Empecé una terapia que trajo consigo muchísimos cambios en mí. Me gustaría frenarme acá, para explayarme un poco más como fue mi experiencia.
Nunca había ido a una psicóloga, nunca tampoco había tenido intención. Su nombre es Virginia, tengo tanto que agradecerle a esa mujer. Se que es su trabajo, pero estoy feliz de como lo realiza. Al principio tenía miedo y mucha vergüenza de contarle que me seguía hablando con él o que tenía demasiadas ganas de drogarme. Pensé que se lo iba a comentar a mis viejos, y no quería generarles ese dolor. Así que solo le contaba lo que había pasado los años anteriores y como me sentía en el momento. Que esta última era mentira, obviamente. Luego de un par de sesiones, donde entre más en confianza, le conté que me hablaba con él, mis ganas de drogarme y por el contrario de juzgarme o decirme que tenía que dejar de hacerlo, me dijo que no estaba mal, que eran demasiadas cosas para mí y que dentro de todo era normal. Era algo que las personas que habían vivido situaciones similares a la mía, también lo hacían. Estaba dentro de un proceso de larga duración, con altos y bajos, de poca estabilidad emocional y que a algunas mujeres se les atribuye una cuota de carga emocional que les impide romper relaciones y aceptar que acabaron y no van a cambiar. Con ella hablábamos mucho sobre mi conciencia en el tema. ¿A qué me refiero con conciencia en el tema? Que yo sabía que estaba obsesionada y todas las cosas que estaban mal dentro de la relación que la hacían ser tóxica: manipulación, mentiras, humillación, violencia, etc. Pero así y todo seguía haciéndolo sin tener intención de parar. Hablar en términos generales, era normal entre nosotras dos. Así que luego de unas semanas más, de hablar mucho con Virginia, dos sesiones a la semana teníamos, empecé a entender y ver muchas más cosas. Además, de que todos los días me encontraba literalmente sola en una ciudad que no conocía, donde tenía mucho tiempo para pensar y repensar.
Empecé a salir a caminar, a conocer la hermosa ciudad donde me encontraba, a ir a la costa, al vivero. Cabe aclarar que todavía nos encontrábamos en cuarentena estricta, acá estamos hablando de más o menos junio. Donde ya era más que normal la vida de
cuarentena. A esta altura ya todo era realmente propio dicho lo podemos llamar, caos. 1700 argentinos varados en otras ciudades del mundo, 50.000 casos de coronavirus y 1100 personas ya habían perdido la vida.
Miramar estaba vacía, la gente cumplía a rajatabla las normas. Eso me gusta tanto de acá, el mundo puede estar en llamas. Pero acá solo se escuchaban los pajaritos y el viento rompiendo contra la ventana. Tenía toda la ciudad para mi… En una de esas
expediciones en soledad que realizaba, me encontraba yo en una playa cerca del muelle de la ciudad leyendo “El psicoanalista”, libro que recomiendo muchísimos para los fans de los thrillers psicológicos como yo. Y de repente siento como algo se abalanza hacia mí, presa de la sorpresa, reacciono parándome repentinamente, y ahí fue cuando la vi. Una perra enorme, de pelaje negro, con una distintiva macha triangular blanca en su lomo. ¡Había aparecido de la nada misma! Se quedó conmigo hasta que decidí irme, o así pensaba yo. Pero no, me siguió las 35 cuadras que yo tenía desde el lugar donde me encontraba hasta mi casa. Le abrí la puerta de mi casa y veinte minutos después metía sus patitas lentamente para entrar. Estaba desconfiada, se notaba que era la primera vez que entraba a una casa. Pero lo hizo, se subió a la cama donde yo estaba y me miró. Y yo la miré, y en ese momento sentí como ella ya me había elegido, como yo ya la había elegido a ella. Y acá está, al lado mío, mi preciada compañera perruna. Cala, que me sigue a todos lados, que juega con absolutamente todos los perros que se cruza, que se mete en todos los charcos que ve, y duerme al lado mío hecha una bolita. El regalo que el universo me hizo. De la cual no puedo estar más agradecida. La llegada de Cala, me motivó aún más. Sentía una compañía, ya todo no era tan frío. Ahora se encontraba ella conmigo. Y luego de la llegada de Cala puedo afirmar que las cosas mejoraron. Ya no me hablaba tanto con él, no me interesaba. había empezado a entrenar y estudiar inglés. Estaba empezando a crear tiempos distintos a pesar de encontrarme en mi casa. Una rutina. Y también había comenzado la búsqueda de amigos. No conocía a nadie así que no se me ocurrió mejor idea que visitar los lugares que tenían más pinta de concurridos hasta que algunos jóvenes con cara de copados se aparecieran. Un domingo, caminando con Cala por la costanera sale disparatada corriendo hacia la derecha a un grupo de personas que se encontraban tocando instrumentos. Yo no los había visto, estaba con los auriculares, y ellos medio entre escondidos. Y ahí estaban, un grupo de cinco jóvenes malabareando y tocando la guitarra mientras se reían mucho, pero mucho. No lo dude, me presenté y les pregunté si podía quedarme un rato con ellos. Al rato ya nos estábamos riendo. Otro regalo del universo por no quedarme en la cama deprimida, y por tener la fuerza de voluntad de igual salir al mundo, descubrir y conocer.
Luego de todos estos sucesos, mis pensamientos y formas de comportarme eran tan distantes a las del comienzo de la cuarentena y mi vida en Capital. había empezado a
priorizarme a mí, a entrar dentro del eterno proceso de amarse a uno mismo. Él no aparecía constantemente en mis pensamientos, ya había dejado de creer que tenía que tenerle pena, buscando justificaciones en mi cabeza para perdonarlo, para entender sus actitudes, ya había pasado a un plano muy lejano. había empezado a hablar de vuelta con mis hermanas del alma, después de muchas videollamadas llenas de emociones y amor. Nos volvimos a entender, las perdoné y me perdonaron. Hecho que provocó una felicidad y motivación muy grande en mí.
Mirar una película, ya no era mirar una película para no pensar en otras cosas. Era mirar una película porque tenía ganas de hacerlo y disfrutarla de principio a fin. No entrenaba para querer cambiar la estética de mi cuerpo, por inseguridades acumuladas, entrenaba porque quería estar bien de salud. Fumarme un porro por tener ganas de hacerlo, elegir el momento, no para estar bajo los efectos de algo. Todo ya estaba completamente distinto, todo estaba transformándose. Ahora, estos últimos dos meses. Donde las cosas en el mundo siguen igual de mal, la pobreza va en aumento creciente igual que los contagios y muertes. Pero las cosas están comenzando a aflojar, estamos entrando a una nueva fase donde se permiten realizar más actividades. De forma tan pero tan egoísta puedo decir que sin la cuarentena no sé qué hubiera sido de mí. ¿En qué momento me iba a tomar el espacio que necesitaba? ¿Cómo iba a poder saber que estudiar? ¿Cómo iba a poder dejar de estar obsesionada con ese chabón? ¿Cómo iba a arreglar las cosas con mis amigas? Demasiadas preguntas que por suerte no tengo que averiguar la respuesta. Hace unas semanas atrás puedo decir felizmente que hice pública la situación vivida con este chico. No de la forma que me hubiera gustado hacerlo, fue demasiado impulsivo. Pero en ese momento la ira y decepción me carcomía. Descubrí que salió con más chicas, y también las había lastimado. Sentí que me lo había guardado por mucho tiempo y eso había traído sus consecuencias. Pero creo que eso no es relevante, la forma. Sino que lo hice y que no me arrepiento.
Me gustaría dar como un cierre a todo lo que conté. Qué fueron los últimos dos años de mi vida en esa relación:
Aprendí que mucho tiempo me auto victimicé, y eso no me ayudo en nada. Que, en vez de hacer un esfuerzo por salir de la relación, contárselo a alguien. Lo ocultaba, me
creaba una película donde yo era la protagonista atrapada en una relación de la cual jamás iba a poder salir. ¡Como si viviera en el 1900 y me hubieran casado con este chabón y ese era mi único destino! Jajaja, para ponerle un poco de humor… pero era muy joven queridos lectores. Las cosas son muy confusas a esa edad.
También pude darme cuenta de muchos comportamientos por parte de él, que antes no visibilizaba y son muy comunes estos tipos de relación:
Abuso emocional:
Te hace sentir inferior, mala o culpable.
Se burla, insulta y ofende.
Te confunde humilla, grita.
Te vigila, te ignora, no te contesta.
Te hace creer que estás loca.
Aislamiento:
Controla lo que haces, a quién ves, con quién hablas, lo que leés y a dónde vas. Te impide salir con la excusa de ser celoso.
Va logrando que nadie te visite y te deja sin contactos sociales o familiares.
Desvalorizar, negar, culpar:
No toma en cuenta tus reclamos sobre maltrato.
Niega que los abusos existieron.
Te culpa por “provocar” su conducta violenta.
Te trata como ignorante.
Intimidación:
Te asusta con miradas, acciones o gestos.
Destroza objetos.
Te intimida rompiendo tus cosas personales, maltratando a los animales de la casa.
Te chantajea.
Privilegio masculino:
Actúa como amo de la casa, indica que puede hacer el hombre o la mujer. No te deja tomar decisiones.
Y también pude visualizar comportamientos que tenía constantemente: Miedo
Depresión y baja autoestima
Sensación de amenaza incontrolable a la vida y a la seguridad personal Aislamiento social y ocultación de lo ocurrido (por la vergüenza social percibida)
Sentimientos de culpa por las conductas que una misma realiza para evitar la violencia (encubrir al agresor, mentir)
Temor, nerviosismo, inquietud.
Ensimismamiento, ausencia de contacto visual.
Reticencia a responder preguntas o a dejarse explorar.
Presentar distorsiones cognitivas: negación, minimización y disociación. Problemas de salud: adelgazamiento por falta de ganas de comer. Incremento en la tolerancia a la violencia.
Es un mito y un error pensar que el uso de la violencia solo aparece en el matrimonio, también lo hace dentro del noviazgo. No es verdad que sea exclusivo de clases sociales bajas, si no que existe y se da en todas las esferas sociales, económicas y culturales. No está para nada bueno entablar relaciones monogámicas a tan temprana edad, no importa si sea tóxica o no. En la adolescencia estamos en constante conocimiento de nosotros mismos, ¿Cómo vamos a poder amar a otra persona cuando no nos amamos a nosotros mismos?
Si conocen a alguien en esta situación más allá de lo desgastante que puede ser para uno estar constantemente recordándole a una persona, que parece que no escucha, que esa relación dañina, y tiene que alejarse. No se rindan, dejar a la persona sola no
esta bueno. Va a generar que se apegue mucho más. Hablar con sus familiares, a veces es necesario. Más si estamos hablando de gente joven.
Creo que estos consejos son fundamentales para tener en cuenta cuando vemos o detectamos alguna mujer que puede estar siendo víctima de violencia de género: Preguntarle como esta, escucharla sin juzgar.
Hacerla sentir que no está sola, que tiene un amigo o una amiga con quien contar.
No le digas lo que tiene que hacer, pregúntale ¿Cómo te puedo ayudar? Explícale con mucha paciencia porque crees que está viviendo una relación tóxica.
Respeta su ritmo, su tiempo para decidir, aunque necesite varios intentos antes de dejar la relación definitivamente.
Comparte tu historia de superación, para que utilice tu ejemplo en positivo. Acompáñala a buscar ayuda profesional y a acercarse a los recursos disponibles.
Recordarle lo mucho que vale, lo valiente que ha sido por romper el silencio y agradécele que haya confiado en vos.
En la Ciudad de Buenos Aires existen estas líneas telefónicas que reciben denuncias y dan apoyo: 137 (número de la ciudad) – 144 (todo el país) – 911 (emergencias). Retomando un poco a la situación actual, podríamos llamar “cóctel desencadenante” al riesgo que la situación de convivencia forzosa las 24 horas intensificó agresiones, bajo mucho estrés, ansiedad y preocupación económica. Este cóctel actuó como desencadenante en grupos familiares donde ya están instalados cuadros de violencia. En lo que va de 2020 se registraron 181 femicidios en Argentina, 118 correspondientes al período de aislamiento por coronavirus. Eso equivale a uno cada 32 horas. Muchos con denuncias previas hechas. Cuento esto para tener conciencia de la continuidad con la que ocurren estos hechos. Que muchos probablemente comenzaron así, con un noviazgo violento y terminaron en un matrimonio con una violencia cotidiana y constante.
Soy muy afortunada de haber tomado conciencia lo suficientemente rápido de la gravedad de la situación. Y de tener la gente a mi alrededor que por el contrario de juzgarme me acompañaron y apoyaron en el proceso.
Para darle un fin a esta nota tan pero tan personal, quiero contarles que estoy feliz, escuchándome constantemente, tomándome mis días para estar sola con amor y dejar de tenerle miedo. Asimilé que no tengo que culparme del todo, a aprender de mis errores, a saber, lo que no quiero, a entender que sí quiero una relación tiene que ser amena, con respeto, compañía, comunicación, etc.
Escuchar a las personas que me aman, a revalorizarme, a tener iniciativas, proyectos. Me voy contenta con todas las amistades que cultivé en esta ciudad, de cómo cambié, puedo afirmar que me quiero, que me estoy aprendiendo a amar por completo. Que en Capital me esperan mis amadas amistades con los brazos abiertos para abrazarme y hacerme sentir la chica más afortunada. ¡Y por suerte las cosas ya no están tan podridas allá! ¿O no? ¡Hace poco se anunció el fin de la cuarentena! Ahora entramos a una nueva fase llamada “DISPO” distanciamiento social. Todo lo contrario, a lo que quiero hacer yo, jajaja... Pero bueno, igual es un alivio. Este año estuvo demasiado cargado de estadísticas, muertes, normal, reglas. Pero también estamos todos diferentes ¿o no? La experiencia del tiempo real y vivencial del confinamiento es más lenta. Entre el deleite y el aburrimiento nos damos cuenta hasta qué punto éramos adictos a ritmos epilépticos que nos devoraban y ahora recuperamos momentos de silencio y soledad. Aunque la lectura, la música y el cine nos acompaña - viva la modernidad- el analgésico no nos calma el total de lo perdido: prohibido acercarse, abrazarse, besarse, sobre todo con los seres queridos. Allí evocamos la reflexión de Walter Benjamín: compartir experiencias y vivencias y narrarlas es tan necesario para el alma como beber y comer para el cuerpo carnal.
Gracias por darme el espacio para dejar mi corazón por escrito y poner en palabras de forma cronológica lo que sucedió y sucede en mi cabeza. Ojalá que para ustedes la cuarentena también allá sido un tiempo aparte de la vida cotidiana, donde pudieron realizar ese cambio que necesitaban. Y si no fue así, todo a su tiempo. No se hagan problema, que cuando suceda se van a dar cuenta. Ámense, quiéranse, piensen, transformen, dense el espacio que necesitan cuando quieren estar solos, no se queden en la inmanencia, tengan proyectos, sueños. Eso da ganas de vivir, hace que uno esté concentrado en sí mismo. Que no se deje influenciar por personas tóxicas que buscan
gente manipulable para controlar. ¡No! Sean mas inteligentes, ¡tengan sexo por placer y no por conformidad! Bueno ya parezco una coach de vida jajaja. Así que, si me preguntan que fue para mi esta cuarentena, este 2020 con el tiempo desquiciado, creo que les relataría estas páginas.
Me despido con un abrazo de oso de esos que te dejan sin aire, y nos volveremos a encontrar en unos meses con alguna noticia interesante. Ya basta de hablar de mí por un tiempo... ¡¡Adiós lectores que poseen un enorme lugar en mi corazón!!
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