Un 20 de marzo del año 2020, el inicio del aislamiento social preventivo obligatorio, se daba el comienzo a la incógnita de todo el país. Sin poder salir, surgían preguntas como “¿Qué pasa con mi trabajo?” “¿Cómo voy a pagar los gastos?” “¿Cómo voy a seguir estudiando?”. Muchas preguntas, muchas preocupaciones, muchas vidas y proyectos en pausa.
Hoy, estamos llegando a la etapa final, etapa de exámenes finales, cierres lectivos, etapa de noviembre, también casi fin de año. En este año tan extraño para todos, hace unas semanas, se nos presenta el final de cuarentena, un final que todos en marzo, suponíamos en tan solo quince días. Una cuarentena de una quincena, resultó ser de casi 8 meses, que para muchos fue eterna, para otros la más larga del mundo, mientras otros se referían a la pandemia como una etapa o solo un momento, utilizaban las expresiones “se pasó volando” o “se pauso el tiempo” refiriéndose a la cuarentena.
En estos tiempos pandémicos, he escuchado tantas opiniones, tantas comparaciones. Repeticiones de lo que vi en la tele, tal vez algo que me contó un conocido...
Ya la pandemia no es lo que era al principio, no es más una novedad, es más la incógnita de todos de cómo sigue, pero no estoy para escribir pensando y rebuscando en mentes ajenas, cuando después de tanto tiempo, logre mi manera de como ver las cosas con una mirada, hacia las otras miradas sobre una pandemia mundial.
Noticieros dicen esto, Los diarios dicen aquello, a un conocido le pasó tal cosa, o en las redes sociales se ve tal otra. Es un ir y venir en palabras extensas que, al fin y al cabo, hablan todas de lo mismo.
Me acuerdo ese 20 de marzo, mi cabeza era una vuelta al colegio, un 5to año con mis compañeros, me preguntaba qué regalarle a mi mama por el cumpleaños y la manera más rápida de llegar al trabajo sin quedarme sin ganas a medio recorrido del subte D. Estar en casa, pensando mis cosas, esa rutina que tenía, se vio interrumpida con una cadena nacional del presidente de la Nación Argentina. El presidente Albero Fernández anunció el aislamiento social obligatorio en todo el país a partir de las cero horas de este viernes con el objetivo de frenar el avance del coronavirus. La medida que ya entró en vigencia estuvo apoyada por todos los gobernadores de la Argentina que, en su mayoría, estuvieron presentes en la Quinta de Olivos para escuchar los motivos de la decisión del Gobierno. Ese momento donde para todos, todo era novedoso, todo era una locura mundial, tanta gente sin saber que pasa, tantas preguntas globales y generales, que obviamente todos nos hacemos frente a un párate como este. Sin embargo, yo, confiaba en esos benditos y gloriosos quince días de aislamiento, pensaba en ese “descanso” de la rutina y ese “inicio” a mis actividades que yo no hacía por falta de tiempo o diferentes prioridades del momento. El objetivo del aislamiento es, como repetidamente le dijo Alberto Fernández a sus funcionarios y a los gobernadores, “planchar la curva” de contagiados, es decir, reducir la cantidad de contagios en el país y en la ciudad de buenos aires. Si esto se logra, la cuarentena finalizará cuando haya un control firme definido frente a la cantidad de infectados. En caso de que se extiendan los contagios, el Ejecutivo no descarta extenderlo.
Así fue, hasta que esos quince días se volvieron un mes, dos meses, mi cabeza ya se hacía preguntas tanto políticas y sociales del país, como también preguntas a mí mismo sobre cómo va a ser mi vida después de estos momentos pandémicos. Hoy me encuentro acá, ya cumpliendo casi 8 meses después de ese 20 de marzo donde el país se pauso, donde cuento y veo la pandemia como la experiencia de un viaje o una secuencia de un amor de verano, aunque un amor de verano de 8 meses, se vuelve relación y un viaje de 8 meses se transforma en estadía. Es decir… ¿mi pandemia es una relación? ¿Con quién? ¿Conmigo? Mejor no pienso en eso, ¿acaso mi pandemia es una estadía en mar de la plata o un viaje para Europa?, tampoco lo creo.
Hoy veo mi pandemia más como una anécdota, como esa experiencia que todos vivimos de manera general, pero cada experiencia se diferencia de cada una, por la razón tan básica, de que todos tenemos una vida única y diferente a la del resto.
Tantas vivencias, tantas realidades distintas entre sí, que hoy presento solo una con el nombre de “mi experiencia” y “mi realidad”.
Se que ya comenté cómo fue el primer momento, mi primer momento en recibir la orden del aislamiento obligatorio, pero eso no quiere decir que haya sido el primer impacto como principio hacia mi vida pandémica. Todo comienza unos días antes del 20 de marzo, donde lugar al que iba veía barbijos y tapabocas, ya sea en las caras de la calle, en carteles de algunos negocios como norma, o en trabajadores de servicios públicos como el transporte que en esos días tomaba. No me olvido tampoco de un nuevo, útil e indispensable método de protección, el alcohol en gel y sanitizante para manos. Un día donde se iniciaba la preocupación sobre las medidas hacia el virus, se anuncia el uso obligatorio del tapabocas. “Necesitamos que nos sigan acompañando en el uso de barbijos, el aseo, distanciamiento social y salir lo mínimo indispensable.
Apelamos a la responsabilidad individual”, sostuvo el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Esa orden para mi era toda una aventura, ver a todos como médicos cirujanos a punto de suturar una herida o realizar una operación de apéndice o a corazón abierto. Hasta ahora el uso obligatorio de dispositivos de protección que cubran la nariz, la boca y el mentón regía para las personas que permanecían dentro de locales comerciales, oficinas de atención al público y circulaban en medios de transporte o en su vehículo particular.
A pesar de tomar esta decisión, el Gobierno porteño ya había recomendado el uso de estos elementos de protección como medida de prevención en cualquier otro ámbito o lugar de la Ciudad, aunque no era algo obligatorio hasta ahora.
Pasaban los días, crecía mi vida rodeado de un entorno de miedo, cuidado y protección colectivo, que, si bien es un cuidado social y preventivo para todos, era un momento de desesperación para muchos. El cual esa supuesta “prevención” a la situación, disparaba una actitud egoísta frente a los demás. Supermercados repletos de gente comprando comida y abastecimientos para sus heladeras y alacenas, filas eternas en las veredas de las farmacias buscando el último frasco de alcohol en gel o cualquier suplemento para desinfectarse las manos. Frente al avance del coronavirus en la Argentina y la desesperación de la sociedad por abastecerse de productos desinfectantes, los productos comenzaron a faltar. Y si bien el Gobierno adoptó un conjunto de medidas no sólo para evitar sobreprecios sino también para garantizar el abastecimiento, lo cierto es que el producto seguía en falta.
Lo reconocen las propias cadenas de supermercados, que admiten que apenas ponen en góndola lo que les llega de alcohol en gel, desaparece casi inmediatamente. “Estamos regularizando las entregas”, dijeron en una cadena, pero asumiendo que la demanda es muy superior a la oferta. En otra, en tanto, admitieron que “es una categoría que sigue teniendo problemas". Eso no solo generaba escasez en las góndolas y farmacias, sino dejaba en un lugar de vulnerabilidad a los demás, que también presentan las mismas necesidades a las medidas de protección, dejándolo en una situación de desesperación al no tener la única vía conocida a la protección frente a ese virus que aparecía y crecía rápidamente en todos lados. Ese miedo al desconocido comportamiento del coronavirus, tomaba a su favor ese punto débil de los médicos y científicos de cómo reaccionar frente a los síntomas de una Enfermedad epidémica que no dejaba de extenderse a varios países. Es esa pandemia que pone a prueba su vocación y la vida de la población mundial, a su trabajo y la presión de la sociedad sobre la responsabilidad de mantener con vida a los infectados y con calma al resto de la población.
Así fueron pasando los días, trabajos por computadora, charlas por videollamada, ninguna visita, ningún paseo ni una vuelta por la plaza. El tiempo pandémico avanzaba, varias de mis preguntas se fueron contestando por cómo la gente se ingeniaba seguir con las actividades que todos teníamos antes de este virus que nos mandó a quedarnos en casa. Ahí me fui dando cuenta de que gran avance tenia el humano con la tecnología, donde podías seguir con tu rutina de trabajo o estudio con una computadora, mantener contacto con tus amigos y familiares por teléfono, compartir películas y momentos con el celular y las redes sociales. Como había dicho antes era toda una aventura, era muy divertida la manera de socializar que me imponía esta pandemia, que me imponían las medidas del momento para frenar el virus, si bien era novedoso y entretenido, mi deseo de que todo sea como antes, seguía encendido ese entusiasmo por un nuevo año.
El año 2019, para mi había sido de mucho cambio para mí, de darme cuenta de lo feliz que era con lo que me rodeaba, con lo que conseguía y con lo que me daban. Por lo cual fue una recarga de emoción para comenzar un 2020, ese fin de mi último año escolar era de las cosas que más contento me traía. Otra de las razones y me atrevo a decir de las cosas más importantes de mi vida, que me motivaban a emprender este 2020, era la compra de una entrada a un concierto, hacerme la idea de iba a cumplir el sueño de ver mi banda favorita, Metallica, aquella banda que conocí por casualidad en mi adolescencia, se había vuelto parte de mi esencia y una identificación a lo que me reconozco hoy. Tiempo después sale en los medios la suspensión del recital del Lollapalooza, recital de todos los años, junto a la suspensión del concierto de Metallica pautado para el 18 de abril del 2020.
“Todos estamos anteponiendo la seguridad, el aislamiento y el distanciamiento social, ¡pero no para siempre! Los conciertos por Sudamérica planeados originalmente para abril están en proceso de reprogramarse para diciembre" publicó la banda en su cuenta oficial de Instagram. La pandemia ya había ocasionado que el concierto del grupo de thrash metal estadounidense Metallica, que se realizaría originalmente para el 18 de abril con entradas agotadas en el Campo Argentino de Polo, fuera reprogramado también para el 4 de diciembre próximo en el Hipódromo de San Isidro.
La empresa productora de conciertos Live Nation anunció la suspensión de todos sus shows hasta el año próximo a "escala mundial", con motivo de la pandemia de coronavirus, y aún resta saber qué sucederá con las entradas para los conciertos que estaban previstos en la Argentina, como el Lollapalooza o los recitales de Metallica y Kiss.
Esto para mí era más una invitación a la paciencia, no ofenderme con la medida ni enojarme con la decisión necesaria frente a una situación como esta, sabía que tarde o temprano ese sueño de vivir un recital de Metallica se cumpliría, por lo tanto, me mantenía a la espera de una nueva fecha.
Toda la gente hablaba de las actividades que hacían en casa, como cocinar, hacer ejercicio con guías y recetas de internet, pintar y dibujar, ver transmisiones en vivo de DJ´s. Todas eran invitaciones interesantes, pero yo había encontrado también buenas maneras de entretenerme, entre maratones de películas clásicas que nunca vi, como la saga de Marvel o Harry Potter, estaban los juegos de computadora o consola con mis amigos hasta la madrugada, mejorar tocando la guitarra , escuchar álbumes y discografías completas de artistas que admiro como Cerati, como también ver videos de prácticas en el estudio de Metallica acompañadas de un mate. Así pasaba el tiempo en casa, así entretenía mi tiempo, tiempo que considero aprovechado ya que son actividades de mi agrado y que antes no podía darme el lujo por falta de tiempo o diferentes cosas que se daban en el momento. Con estos pasatiempos pasaban los días muy rápido, entre desvelos y siestas de largas horas vivía ya casi mitad de año, se presentaba junio, mes donde entre todas las maneras de entretenerse dichas antes, aparece una nueva. Una actividad se agregaba a la lista de cosas para pasar la cuarentena.
Por primera vez desde que arrancó el aislamiento social obligatorio, hace 80 días, todos los días estaba permitido salir a hacer ejercicio de 20h a 8h. Si bien la medida empezaría a regir a las 20, muchos runners se adelantaron y coparon la calle temprano a la mañana. Aquellas personas que corrían habitualmente antes del 20 de marzo y estaban contenidas en sus hogares, no podían seguir esperando la oportunidad de recuperar los días que perdieron durante la cuarentena obligatoria. Se calzaron las zapatillas y el jogging temprano, parecían runners experimentados, pero también hubo un subgrupo más pequeño que no dejó pasar la oportunidad para hacer ejercicio. Entre los runners experimentados, aquellos que salían a correr como un pasatiempo y aquellos que aprovechaban el permiso para salir un poco, fueron los responsables de haber causado aglomeraciones en parques y zonas verdes de la ciudad argentina.
La medida establecía la salida de no más de 2 personas con un distanciamiento social de 2 metros, sin la necesidad de utilizar el barbijo mientras se realizan las actividades.
Sin embargo, los usuarios de las redes sociales denuncian que en los parques está sucediendo un verdadero descontrol y que no se está respetando las medidas de distanciamiento para evitar el contagio de COVID-19.
Nunca fui una persona qué le guste salir a correr, pero andar en bicicleta me encanta, solía salir a la madrugada porque hay poco tránsito y menos frecuencia de colectivos. Pero este era un caso especial, sabía que era riesgoso, para mí y para otros, ya que en esa situación, no ameritaba un buen momento para darme el lujo de andar en la calle sin barbijo, como si una pandemia mundial tuviese compasión por mí, un chico que quiere salir a correr o andar en bicicleta. Me sorprendió muchísimo las fotos y videos que veía en las redes de las aglomeraciones en Palermo y parques, parecían salidas de recitales o un partido de River Plate un domingo por la tarde. Es increíble lo egoístas que pueden ser los porteños, lo fácil que es dejar de ser conscientes, con tan solo ofrecer unas horas para hacer ejercicio.
Identifique rápidamente los famosos dichos que generalmente nos recuerdan a nuestros abuelos, decir que muchas veces no valoramos adecuadamente las cosas cuando las tenemos y que sólo detectamos su real valía cuando ya no es nuestra. Si bien no estaba la opción de salir como en enero, ese permiso que dictó el presidente de la nación argentina no significaba que era todo como antes, era un permiso con medidas y pautas a respetar, las cuales no fueron tomadas en ese sentido y fue un descontrol y rebeldía. Y si, es verdad, ya no teníamos esa libertad de salir cuando quisiéramos, no éramos libres de salir a correr o pasear por el barrio, pero tampoco éramos libres de contagio, no teníamos seguridad garantizada a nuestra salud frente a una aglomeración de runners sin tapabocas y sin distanciamiento corriendo como si estuviesen en el 2019. Pero no dedique más tiempo a analizar situaciones que solo daban lugar a críticas y enganches tontos sobre unos inconscientes sobre la época que atravesábamos, deje de ver links y desahogos sobre las situaciones de Palermo.
Empezaba julio, empezaba la etapa de la pandemia que catalogo como etapa de crecimiento, ¿Por qué? Pues porque todo crecía a mi alrededor, crecía la cantidad de infectados y muertes por COVID-19, por lo cual también el aislamiento, con ello, crecía la necesidad de salir en la gente, pero también crecía yo.
el 27 de ese mes era mi cumpleaños, recuerdo ese abril de pandemia donde me burlaba de mi amigo Ariel, que cumplía años en cuarentena, me burlaba confiado de que a mi me tocaría una etapa más controlada y sin aislamiento. Pero como todo en este año, fue una sorpresa, me quede corto con la idea que tenía en abril de cómo sería mi cumpleaños en una pandemia, pero no estuve tan errado, entre más se acercaba la fecha, en la Ciudad de Buenos Aires se buscaba poder flexibilizar las restricciones a partir del 17 de julio. Para ello, se reunió Horario Rodríguez Larreta junto a su Gabinete para pensar una propuesta para trasladarle a Alberto Fernández en estos días y así evaluar de qué manera continuará el Aislamientos en Capital Federal. La idea era entrar en una nueva Fase de la cuarentena, algo que presentaron como una “Fase 2”, en la que se permita la apertura de nuevos comercios e industrias y que se vayan sumando, de a poco, actividades exceptuadas. Así las cosas, podrían volver a abrir sus puertas, como la apertura de plazas y parques sin permanencia, sin uso de patio de juegos ni postas aeróbicas, también comercios de indumentaria y calzado, como también peluquerías (con turnos y protocolo específico) y algunos otros rubros. Por supuesto, a todo esto se iría teniendo en cuenta la cantidad de contagios que se vayan dando y cómo se comporte la gente.
Yo estaba bien, mi familia también, no tenía ningún conocido que haya tenido COVID-19, todo seguía igual, los contagios aumentaban en la gente pero mi cuarentena era la misma.
Llegaba agosto, empezaba el mes igual al anterior, solo que en vez de pensar en mi cumpleaños, era el de algunos amigos. Yo seguía tocando música, jugando con la computadora y bueno, viendo y solo viendo algunas de las cosas del colegio.
En mi casa ya no vemos la televisión, llegó un momento en donde el cable se usaba para solo dos programas, lo que llevo a mi mama a preguntarme si veía la televisión, a lo que le conteste que no. Desde el 2017 que vimos inútil pagar un servicio de cable si no se usa, la televisión se usaba para ver películas en netflix, youtube o conectar mi playstation. Si bien no veía noticieros, las noticias llegan por las redes, otra de las razones por la cual dejamos el cable y la televisión de lado.
Las redes son medio extrañas depende de cómo las uses, con todo, pero más con las noticias. Hay que ser muy crítico depende de donde leas, está bueno recurrir a diarios online o algunas transmisiones de canales para entrar en contexto y así pasar a debates y memes de las redes sociales, se vuelven más interesantes las noticias y más graciosos los memes cuando entendes periodísticamente de donde viene la noticia.
Era 17 de agosto, recién me levantaba, vi el celular y era lo mismo de siempre frente a una noticia, esa grieta y división de bandos frente a lo que uno piensa. La noticia del momento, que generaba lo que antes comentaba, era una marcha, Convocada a través del hashtag #17ASalimosTodos, donde los movilizados se manifestaron en contra del proyecto oficialista de Reforma judicial, por la suba de la inflación, la caída de la economía y el aumento de la inseguridad, y rechazaron también la extensión de la cuarentena -que hoy cumple 150 días- y la excarcelación de detenidos acusados de corrupción durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner, entre otras cuestiones.
Era entendible las cuestiones sobre lo que ocurría en el país, la cuarentena había influido mucho en cada decisión y cada recepción de lo que se decidía. Pero lo que a mi me fue increíble, fue la poca conciencia sobre una pandemia que veía en el pueblo argentino, La manifestación se dio en pleno pico de contagios de coronavirus. Fue impulsada desde las redes por referentes del macrismo como Patricia Bullrich y Hernán Lombardi e incluso por la cuenta oficial del PRO en Twitter. En el Obelisco se mezclaron los reclamos contra la cuarentena y las teorías conspirativas sobre la pandemia. Me parecía ilógico que algo así pueda ser respaldado por políticos, pero lo que más indignante me parecía, era lo egoísta que podría ser la gente al concentrar un grupo gigante de gente en el obelisco. “Cuidarse no es aislarse, no es encerrarse. Es alimentarse, oxigenarse, asolearse. Y eso lo dice la inmunología", dijo a Crónica TV Marcelo Peretta, del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos. "Si vos encerrás a una persona le bajás las defensas, está propensa a enfermarse, está con miedo porque cree que el virus lo va a agarrar”, agregó y sostuvo que "lo que nos va a salvar es la inmunidad natural”.
Esto me llevó a pensar en lo fácil que puede llegar a ser dejar de darle importancia a los demás, por reclamar algo que en realidad no te están privando, no te están encerrando, no te están sacando tu libertad y vos no estás reclamando la misma. Hay una gran diferencia entre la libertad y el libertinaje, hay un gran repertorio de maneras para la libertad de expresión sin la necesidad de romper con una norma, sin la necesidad de burlarte de los demás, de aquellos que llevan la pandemia a flor de piel y no exigen poder salir al shopping o al cine un finde si te apetece. Hay filtros para diferenciar lo que ocurre según la época, creo que una pandemia es un gran motivo para analizar tus prioridades y las del otro, creo que es una buena herramienta para romper con el egoísmo y avivar el solidarismo.
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