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Foto del escritorFlorencia Rangoni

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Casi 3 millones de casos en todo el mundo se han registrado hoy, y siguen subiendo. “El enemigo invisible” como dicen todos. El terror de nuestros mayores, y de las personas más débiles. Se para el mundo, todos encerrados y protegidos dentro de sus hogares. Hoy, luego de 11 años del origen de la Influenza A, se nos presenta un nuevo contrincante: El Coronavirus.



Pero en realidad, pensándolo mejor, no es el virus el verdadero oponente o el desafío real. Hay algo mucho más profundo y mucho más complejo que nos toca afrontar como sociedad y grupo que va más allá de contagiarnos o no. Esta pandemia llega al mundo como una señal. Una advertencia. Un llamado de atención y un aire de cambio. En definitiva, nos invita a reflexionar y a llevar a cabo un proceso de meditación intensa sobre nuestra situación actual.


Viendo la velocidad, la invisibilidad y la dificultad para controlar este virus, se estableció la cuarentena obligatoria con el fin de preservar la salud y de aminorar la rapidez de contagio. Con este primer punto, ya tenemos algo en que pensar. Y es que se pone en juego una suerte de solidaridad, de compromiso y de responsabilidad. Objetivos fundamentales y en efecto, cambios. La decisión de quedarnos en casa no es la novedad, sino el tener en cuenta estos 3 puntos fundamentales que nos fueron muy difíciles a lo largo del tiempo.


La realidad es que veo todo oscuro, lejos, distante. Y me digo a mi mismo:

-¿seremos capaces de salir de ésta?


Históricamente yo fui una persona desconfiada siempre. Me cuesta creer en la gente ya que de chico que me eduqué en un contexto del mundo y de la totalmente adverso. Dado que todo son peleas y discusiones. Siento que vivimos una confrontación constante. ¿Qué locura no? Uno se detiene a pensar y es una locura total vivir así. Pareciera hasta casi apropósito. Como si disfrutáramos el desacuerdo.


Pero hoy quiero creer o al menos, intentarlo. Las cosas pueden cambiar ¿no? Si antes no fue así puede que ahora sea ese momento. El momento del cambio.


El otro día estaba sentado en el sillón de mi living, frente a la tele. El cuarto es bastante grande, rodeado de cuadros abstractos que le encantan a mi viejo. Un estante a la derecha con libros y a la izquierda una lámpara de esas altas y que parecen casi una persona parada. Da una luz cálida que me encanta. Me hace sentir tranquilo. En fin. Prendo la tele y lo primero que aparece obviamente es sobre la pandemia. “Argentina es uno de los países que mejor accionó frente al covid-19”.




Insisto con lo anterior, veo todo muy lejano y oscuro. Como si estuviera en el principio de un túnel y faltara mucho para salir. Pero eso me dio una pizca de esperanza. Incluso de alegría me animaría a decir. Hacía mucho tiempo que no se hablaba bien de nuestro país. Gran mérito del gobierno claro está. El presidente y sus funcionarios hicieron su parte. Tomaron las medidas que había que tomar.


Por eso es que yo por mi parte me siento con fuerzas para seguir manteniendo la calma y aguantando. Es así. La vida te pone donde te pone y uno hace lo que puede para acomodarse.


Lo que más me sorprende es lo que pasó en Italia. Fue un total descontrol aquello. El 10% de los casos fueron suyos. Hicieron lo que quisieron y a nadie le importó nada la vida del otro. Como puede ser que se decrete la cuarentena y a la gente le parezca buena idea ir al shopping o de vacaciones. Era uno de esos países que quería conocer pero ahora se me fueron un poco las ganas.


Creo que solo resta esperar y ver qué hacer con el tiempo. No desperdiciarlo sino aprovecharlo al máximo. Todo lo que no solemos hacer cotidianamente ahora hay que hacerlo. Y cuando llegue el día en que habla el presidente, pongamos a hervir el agua, abramos los bizcochitos y sentémonos a escuchar y ver cómo va progresando la situación, que vamos bien y hay que seguir igual. Como un partido de fútbol. Siempre 0-0. Aunque vayamos ganando ni importa. Hay que seguir igual.






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